jueves, 23 de octubre de 2014
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Diputado a la Asambea Nacional por el Estado Aragua
Crisis de Unidad de la Clase Obrera y
las tareas inmediatas para superarla
Dos debilidades caracterizan al movimiento obrero y sindical actual en Venezuela; la primera es el estado de su conciencia de clase, expresado en el economicísmo de sus luchas; es decir, el estado de desarrollo de la consciencia de las y los trabajadores, desde una perspectiva marxista, no ha trascendido su condición de clase en si, que no la deja emanciparse del yugo explotador del Capital. En segundo lugar, el estado de dispersión y división orgánica de la clase, que se expresa en la existencia de dos sindicatos en una sola empresa, varias federaciones en una sola rama de actividad económica y hasta cuatro centrales sindicales con diferentes niveles de representatividad y legitimidad social, amén de la existencia de organizaciones sindicales de base no confederadas y movimientos autónomos como los Delegados y Delegadas de prevención y el naciente movimiento de Consejos de Trabajadores y Trabajadoras.
Todo ello, lamentablemente, configura un cuadro de crisis de unidad en el seno de la clase que solo favorece las maniobras de la patronal privada y publica y en nada favorece la lucha de las y los trabajadores en defensas de sus reivindicaciones económicas y sociales (en tanto objetivo primario de sus luchas) y mucho menos de sus derechos políticos (en tanto objetivo ulterior de esa lucha).
En las actuales condiciones de la revolución bolivariana, paradójicamente, esta crisis se expresa de variadas y disímiles manera. Una de tantas es la crisis de credibilidad de sus organizaciones legitimas (sindicatos, federaciones y confederaciones); las cuales gozan de un enorme desprestigio en el seno no solo sus bases afiliadas sino también de las bases no sindicalizadas; lo que indica que, tomando como referencia que solo un poco más del 12% de las y los trabajadores en edad de trabajar (la llamada PEA) esta sindicalizada, la gran mayoría de la clase trabajadora no cree ni se siente representada en esos naturales instrumentos de lucha. Este desprestigio, en tanto herencia que nos dejara el cetevismo adecocopeyano, es el producto de la influencia del sindicalismo amarillo, socialdemócrata o reformista, cuya practica pregonaba la conciliación de clases y solo se atrevían (cuando se atrevían) arrancarle a la patronal reivindicaciones económicas que solo eran migajas en comparación con las enormes ganancias del Capital. Con esta practica, las organizaciones sindicales (con las excepciones propias del sindicalismo clasista) devinieron de instrumentos clasistas de lucha entre explotados y explotadores, en instrumentos de contención de la lucha de clases en beneficio del Capital. Aunado a ello, resalta el papel jugado por la institucionalidad del Estado Burgués (Ministerio del Trabajo y Tribunales), quienes, frente a las manifestaciones autónomas e independientes del sindicalismo clasista (CUTV, SUTTIS, Fetraelect y otras), arremetía contra todo reclamo, pliego conflictivo o huelga para favorecer a la patronal, desgastando con ello la lucha de las y los trabajadores y creando, en el imaginario colectivo, un estado de animo de frustración propicio para la desbandada y la dispersión, que a la final se tradujo en una falta de credibilidad en las organizaciones sindicales.
Otra de las tantas maneras en que se expresa esta crisis de unidad de la clase es la existencia, hasta ahora, de tres formas de organización o instrumentos de lucha de las y los trabajadores que, en lo particular de sus luchas, se justifican o se comprende que actúen por separado o de manera independiente pero en lo general de la lucha, no se justifica que se contrapongan como evidentemente lo hacen en la actualidad, motivado en gran medida por prejuicios o celos de parte y parte que son inoculados desde instancias partidarias e institucionales que ejercen un nivel de influencia y control político desde afuera. Al calor de estos prejuicios se observa por una parte la injustificada confrontación entre el movimiento sindical en todas sus variantes ideopoliticas (con excepción de algunas corrientes sindicales) con el movimiento emergente de los Delegados y Delegadas de prevención, surgido como expresión clasista en el marco de esta revolución bolivariana, la cual, dentro de sus primeras tareas estuvo la de promover y aprobar, después de un amplio debate con las y los trabajadores, una reforma integral de la Ley Orgánica de Prevención, Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (LOPCYMAT), dándole mayor profundidad y contenido revolucionario.
Por otra parte, motivado por los mismos prejuicios, se observa la injustificada confrontación entre el movimiento sindical y el naciente movimiento de Consejos Socialista de Trabajadores y Trabajadoras (CSTT); que bajo la consigna del Control Obrero viene creciendo y desarrollándose progresivamente a medida que la vanguardia más consciente de la Clase asume ésta forma superior de organización de las y los trabajadores, es decir a los CSTT, como una necesidad política, como el instrumento idóneo para desplegar con éxito la lucha por sus derechos políticos generales, por su definitiva emancipación y por su protagonismo en la construcción de la nueva sociedad socialista. Esta inútil confrontación también es parte de la influencia del reformismo cetevista y de otros que se dicen del proceso, que ven en los CSTT un enemigo o intruso que viene con la intensión de desplazar a los sindicatos de las posiciones que ocupan, en tanto instrumentos naturales de sus luchas, en la dirección del movimiento de las y los trabajadores. Por otro lado, desde algunos sectores de los CSTT, se confronta a los sindicatos con una visión impregnada de infantilismo de izquierda, al catalogarlos de organizaciones ya superadas y anacrónicas que no se justifican en una “sociedad socialista”, cuyas empresas de propiedad social “son del Estado” y en consecuencia “no hay necesidad de pelear con él para reivindicar nuestros derechos”. Tamaña visión esconde en el fondo una enorme debilidad ideológica en relación a la comprensión del carácter de nuestra revolución bolivariana, el carácter de su Estado y el papel que desempeña como instrumento de los intereses de la Clase que ejerce actualmente el poder político en Venezuela: ¡la pequeña burguesía!.
Todas estas debilidades, que en nada ayudan al proceso de acumulación de fuerzas hacia el socialismo ni prepara la condiciones subjetivas para que las y los trabajadores asuman su papel de vanguardia en esta fase de transición al socialismo, amerita un profundo debate sincero, maduro y por demás democrático entre todas las expresiones orgánicas del movimiento obrero (sindicatos, Delegados y Delegadas de Prevención, Consejos de Trabajadores y Trabajadoras, etc.); que, partiendo de un examen critico y autocrítico de las actuaciones de cada quien y su responsabilidad particular en ese estado de debilidad orgánica, logre construir una agenda política común capaz de orientar la lucha de las y los trabajadores y darle coherencia y eficacia a su ofensiva en todos los ámbitos de la lucha de clases.
Desde la Unión Nacional de Trabajadores y Trabajadoras (UNETE) se esta trabajamos incipientemente en esa dirección, conscientes de las dificultades y los obstáculos que existen para ello; más sin embargo las corrientes sindicales que actuamos en su seno estamos dando demostraciones concretas de que es posible construir los espacios de encuentro que faciliten el debate y los procesos de unidad de acción. En ello ha sido determinante el papel jugado por Marea Socialista; por el Colectivo de Trabajadores y Trabajadoras en Revolución; por el Movimiento de Educadores Bolivarianos, por la CMI y por la Corriente Clasista de Trabajadores y Trabajadoras Cruz Villegas.
Como hechos políticos concretos que corroboran lo expresado anteriormente podemos colocar dos ejemplos: el primero fue la convocatoria, hecha por la UNETE, del Encuentro Nacional sobre Modelo de Gestión y Experiencias de Control Obrero realizado a mediados de Septiembre en Caracas, con la participación de voceros y voceras de Consejos de Trabajadores y Trabajadoras y otras formas orgánicas de participación de las y los trabajadores en la gestión de las empresas hasta ahora estatizadas por el gobierno nacional. Este escenario ha servido de espacio de encuentro propicio para que dirigentes de ambas organizaciones (Sindicatos y CSTT) debatan en un clima fraterno y unitario sobre un tema que preocupa a toda la Clase y demanda en consecuencia se defina la visión clasista sobre cual es el Modelo de Gestión que se corresponde con esta fase de transición al socialismo y cual es el instrumento organizativo que más le sirve a las y los trabajadores para ejercer de manera protagónica el Control Obrero en dichas empresas estatizadas. Estos encuentros se han venido replicando regionalmente en los estados Anzoátegui, Bolívar y Carabobo, como parte del cronograma aprobado por la UNETE, con los mismos resultados positivos.
El segundo hecho político lo constituye la convocatoria, hecha por la UNETE y acompañada por los movimientos sociales, de la Marcha Nacional por una Nueva y Revolucionaria Ley Orgánica del Trabajo; por un Modelo de Gestión Socialista y el Control Obrero; en apoyo a las expropiaciones, por salarios dignos y por la discusión de contratos colectivos pendientes. La misma se convirtió en el acontecimiento mas significativo que haya escenificado la clase trabajadora en los últimos 0cho (08) años, no solo por la magnitud del movimiento de masas que se concentro y movilizó (más de diez mil personas), sino por la calidad o contenido de sus reivindicaciones (que iban más allá de las demandas económicas) y la síntesis que se logró como resultado de la confluencia, en una solo fuerza material y con un mismo objetivo, del movimiento sindical, el movimiento de Delegado y Delegadas de Prevención y el movimiento de consejos de trabajadores, como expresión unitaria del movimiento obrero.
Estos acontecimientos nos demuestran que existen condiciones objetivas y subjetivas para adelantar iniciativas y tareas inmediata capaces de reanimar y reproducir en el seno de las masas proletarias el estado de ánimo exhibido ese día martes 09 de noviembre, donde, al calor de las consigna que motivaron y alimentaron la convocatoria a la marcha, demostraron el más combativo espíritu de lucha. Si mantenemos ese espíritu de lucha, al calor de las reivindicaciones económica y políticas pendientes y recogidas acertadamente en el Plan de Lucha y Movilización aprobado por la UNETE, sobre todo en lo relativo a la nueva LOT y la Ley Especial de los CSTT, estaremos contribuyendo a la educación progresiva de las masas, cuya praxis social se va a traducir a corto y mediano plazo en un desarrollo ulterior de su nivel de consciencia; abonando el camino para la construcción consciente de su Unidad Orgánica y Programática de la Clase; es decir, de producirse ese salto cualitativo en la conciencia de las y los trabajadores (de Clase en si en Clase para sí) estaremos en condiciones de superar la crisis de Unidad del momento.
He ahí el reto de las corrientes político-sindicales que actuamos en el seno de la UNETE; en especial la Corriente Clasista de Trabajadores y Trabajadoras Cruz Villegas (CCT-CV).
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